Hasta que llegó el día. 28 de julio fuera del terruño patrio. Cosa rara, mezclada, alborotada y, obviamente, alcoholizada. Desde hace tiempo tenía ganas de saber cómo era eso de celebrarlo lejos de casa. Eso de sumarse a la clásica, festiva y si quieren hasta huachafa tradición de juntarse con otros exiliados para embriagarse y dar rienda suelta al feeling patriótico. En resumen, es eso, una cosa rara, pero buena. Más que buena, bonita. Me quedo con un par de verdades. Primero, que es una perfecta excusa para chupar. Segundo, que a lo lejos se te despierta un poquito más el orgullo y la alegría de venir de donde vienes.
Por lo demás, fin de semana agotador. Las actividades por el aniversario patrio comenzaron el viernes con la despedida de Felipe, que se nos regresó a Bogotá. Regulamos la dosis de alcohol muy sabia y juiciosamente (palabrita que uso por única vez en honor al colombiano), porque el plato de fondo venía la noche siguiente. Y venía con fuerza. (Continuará...).
3 comentarios:
que puedo decir de tu peinado Mario??
qué bacán como se divierten. espero me recibas en tu casa cuando vaya para allá.
¿Casa?, ¿qué casa?... En mi cuarto de hostel no cabe ni tu maleta Mu, jaja.
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